domingo, 26 de diciembre de 2010

CUARTEL DE LA MONTAÑA Vs3

La noche del 17 de julio de 1936 mis camaradas falangistas y yo estábamos reunidos en casa de uno de los nuestros, en la calle Flores, en el barrio de Argüelles de Madrid, cuando escuchamos por fin las speradas noticias del alzamiento. Entonces recibimos órdenes de nuestros mandos de concentrarnos al día siguiente en el Cuartel de la Montaña.

Al día siguiente, domingo, me acerqué al cuartel. Entré por la rampa de acceso en la calle Ferrraz de esquina a Rosales. Salió de una garita un centinela que me dio la orden de alto y me preguntó por el motivo por el que llegaba al cuartel. Di la contraseña y me dejó pasar. En ese instante, el centinela recibió la orden de que no dejaran pasar a más paisanos dentro. Yo fui el último falangista en entrar en el recinto.

Ese día, el geneal Fanjul, militar sublevado, en lugar de salir con sus tropas para controlar los puntos más importantes de la ciudad, se hizo fuerte junto con 1500 hombres y 180 falangistas, entre los que estaba Ángel en el cuartel de la Montaña. Esperaban la llegada de refuerzos desde las guarniciones de campapemtos como Getafe y Cuatro Vientos, lugares donde se había sofocado la rebelión.


Al día siguiente, 19 de julio, el cuartel fue rodeado por tropas leales a la República, guardias de asalto y milicias populars probablemente armadas. 
Pero fue en el amanecer del 20 de julio cuando se inició el bobardeo. "En ese momento, los que estábamos allí nos comenzamos a disparar, y lo que es peor, a repeler el ataque. Nunca me había visto en semejante trance. Los disparos de mis compañeros parecían que me ibana romper los tímpanos.Yo no veía enemigos suficientes para comenzar tal tiroteo. Apreté el gatillo una y otra vez, sin escuchar un equeño clic que hacía que no disparara. Cambió el que tenía pro otro en buen estado". Angel no sabia que aquel hombre uniformado que dirigía tanto era el General Fanjul. "Observaba los acontecimientos con total tranquilidad. Me preguntó por qué abandoné mi puesto y al contarle loq ue me ocurrió ordenó que me diera otro fusil nuevo".


Los sublevados sólo resistieorn un par de horas. Las diferencias de opiniones entre ellos les llevaron a ondear la bandera blanca y reanudar el fuego contra los asaltantes, conforme se acercaban a la entrada del cuartel. Al usarse la aviación contea ellos, el cuartel cayó.


"Salimos todos amontonados, mezclados, y a la salida, el espectáculo era espeluznante. El pelotón de los vencidos era distribuido por los milicianos en dos direcciones: a unos los encaminaban por la izquiera, junto a la pared del cuartel, donde eran rematados a bayonetazos. A otros les hacían ir por el centro. Uno de los milicianos me detuvo y me preguntó por mis insignias. No le respondí. Sin duda me tomó por un oficial que se arancó al estrella, y a los oficiales les esperaba la muerte". El miliciano le ordenó que se esperara, pero la avalancha se interpuso entre ambos, y Ángel siguió cainando, rzando para que no acabaran con su vida.


"Salí por el mismo sitio por el que había entrado el día anterior. Los milicianos nos daban indicaciones para seguir por la Plaza de España. En el número 7 nos fuimos reuniendo los que conseguimos salvar la vida. Permanecimos allí encerrados hasta el día siguiente, cuando escoltados por guardias de asalto, nos llevaron a la Cárcel Modelo.Era la Divina Providencia quien me protegía".


Ese fue su destino en los 6 meses siguientes. El 11 de noviembre comenzaron los bombardeos en la cárcel. "Nos evacuaron en autobuses y nos llevaron al colegio de escolapios en la calle del general Díez Porlier, donde fuimos distribuidos por aulas y pasillos". Angel se enteró que en ese mismo lugar estaban su padre y su hermano Julio. "Nos vbimos entre rejas. Es indescriptible la emoción de ese momento, el último día en que les vi con vida. Pocos días después fueron asesinados en Paracuellos de Jarama, como lo fueron otros miles de inocentes.
Como sue más tarde, el turno de mi "paseo" se había fijao para el  de enero de 1937. Pero uno de los últimos días de diciembre le llamaron para que abandonara la galería. "Ese era el procedimiento que se estaba llevando en algunos casos para llevar al preso a Paracuellos. Pero en la porterá de la cárcel se comprobó mi identidad en una lista con otros 40 nombres, de la cual fui tachado, poniendo otro nombre en mi lugar. Puedes irte me dijeron".


Angel cuenta que Paco, el pollero de Lavapies y amigo de la familia, tenía amistades importantes dentro de Seguridad.
Pasó los siguientes tres meses escondido en el sótano de la carnicería de su tía. Su día transcurría escuchando el bando en la radio y aprendiéndose los himns que sonaban del bando nacional.

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