domingo, 26 de diciembre de 2010

CUARTEL DE LA MONTAÑA Vs2

Lo primero fue el Cuartel de la Montaña. Contarlo nuevamente, no pero debía dar mi versión de los hechos. La noche del 17 de julio, viuno a vernos al gabinete de prensa de Telefónica el capitán Zamarro, un artillero republicano, y nos dijo que en el Cuartel de la Montaña se iban congregando numerosos falangistas de paisanos. Que lo habían denunciado en el Ministerio de Guerra, pero que no le habían hecho caso.
Por la tarde, el pueblo madrileño se agolpaba en las calles y bares para escuchar por la radio la información del Gobierno: "El conato de insubordinación queda reducida en algunas zonas de Marruecos".

El 18 en realidad, no ocurrió nada particular. Un diluvio de rumores. Telegramas de prensa que recibiamos en los periódicos nos confirmaban que la rebelión militar se extendía por todo Marrruecos, y en la Península no ocurría nada alarmante. Los gobernadores de las provincias se hallaban en total contacto con el gobierno.

Fue en la tarde del 19 cuando el General Fanjul y su alto mando en la Montaña, destacan una orden del Ministerio y se declaran en franca rebeldía. Es el primer acto de sublvación de Madrid. A la maana siguente se perpetró el asalto al Cuartel, por parte del pueblo y los Guardias de Asalto. Entre el primero figuraban las Juentudes Socialistas. Por orden de Largo Caballero se destacó algunos dirigentes del Partido, con documentos de la UGT, para que, en colaboración co el comandante de los Guardias de Asalto se contuviera el desorden de las masas y los excesos que pudieran desencadenat los atacantes, en caso de triunfo.

La noche anterior, acompañado de otros periodistas, pasé varias veces por la calle Ferraz, junto al cuartel, lentamente, con los faros apagados. No se oía una mosca y todas las ventanas estaban cerradas, sin ver ni un ápice de luz.

Amaneció una mañana maravillosa. Los dirigentes socialistas ordenaron a las Juventudes, las que tenían armas adecuadas, que se unieran al sitio del Cuartel, que ya habían establecido los pocos Guardias de Asalto leales. Comenzaron a llegar gentes de todas partes, formando un gran bullicio, como epectadores antiguos de una ejecución. El sitio era cada vez más estrecho. La calle de Luisa Fernanda, los jardines y otras calles estrchas adyacentes a Ferraz, eran campamentos de los espontáneos civiles y Guardias de Asalto.
Hablé con el general Asensio, que vestido de paisano se encontraba expectante en la plaza.

El jefe delos del Asalto recibió, ya avisado, a los dirigentes socialistas y comunistas, y como un sargento,, media docena de guardias y sus ametralladoras, los situó en un edificio frente de la calle Ferraz frente a los jardines  y la rampa de entrada al cuartel. La ametralladora se emplazó frente al cuartel, visando el edificio que parecía mudo, abandonado.

Se llamaba Cuartel de la Montaña debido a que estaba construido en el altozano del Príncipe Pío, donde hoy se encuentran los monumentos egipcios de Assuan. Tenía 4 plantas y su guarnición la componía el alma de ingenieros: un regimiento de Ferrocarriles, otro de Zapadores-Minadores y un batallón de Telegrafistas. También había un regimiento de Infantería. Aquella mañana, había entro del cuartel cerca de 3500 personas.

De pronto comenzaron a atacar contra el dos cañones del 75, colocados en la Plaza de España. Contestaron los sitiados con varias granadas de mortero, torpemente lanzadas, que no pasaron de la rampa de entrada del cuartel, ya que no sabían dónde estaban los cañones, bien colocados estratégicamente entre las ramas y flores del jardín.


a comenzaba a molestar alos militares leales las individualidades de los paisanos, que no se atenñian a las órdenes y se lanzaban al asalto. Los Guardias decidieron trasladar las aetralladoras de azotea, para abrir fuego con más perspectiva sobre la fortaleza sitiada, cuyos balcones estaban tapiados por sacos terreros, y entre las junteras se veían asomar los cañones de las ametralladoras.

Arreciaban los espontáneos. Por una rendija del cuartel más cercana a la calle Ferraz, apareció la bandera blanca. Muchos se lanzaron por la explanada creyendo que era la capitulación, pero el 50% cayeron muertos abatios por los disparos de las ventanas.

Surgió en el aire el avión de Antonio Rexach, un capita´n d avion muy revolucionario, dio una vuelta por la fortaleza sitiada y lanzó sobre los patios octavillas que edían el cese de la sedición.

Una vez más se empleó la táctica napoleónica, que luego usó Queipo de Llano en Sevillay amarro en el Frente de Madrid. Los paisanos llevaron a la calle Luisa Fernanda uno de los cañones, que daba con el flanco izquierdo del cuartel, fingiendo tener artillería en todos lados.

Volvió a aparecer el aviçon de Rexach. La gente se calló en la calle, pensando que podía ser aviación rebelde, pero no. El avión voló rasante sobre el cuartel, y en lugar de octavillas, alcanzó acertar dos bombas, una en cada patio. Otro avión le daba escolta, pero sin atacar, quizás para atemorizar a los sublevados.

Nuevamente salió la bandera blanca  por la puerta interior. Era esta vez una enorme sábana blanca, en agitación desesperada. Y ahora sí, los ciudadanos se lanzaron en masas armados con escopetas al interior. Pero los guardias avanzaban con sigilo, pues aún se oían disparos.

En las puertas del cuartel todo fue un caos. Disparos, alaridos, dispersión. En el interior estallaron varias granadas de mano. Luego, los soldados obligados a sublevarse iban saliendo. Todos gritaban Viva la República y se quitaban sus cacos y uniformes, increpando a sus anteriores jefes.

Los dirigentes delos partidos y organizaciones se dirigieron al segundo edificio del cuartel, donde se alojaban los regimientos de Ingenieros. Niños de 14 años, pistola en mano, perseguía hacia la salida a un capitán  con los brazos en alto. En el "Cuarto e Banderas" se encontraban 11 oficiales con sus pistolas en mano que acababan de suicidarse.

Tres horas duró el sitio, a las 12 del mediodía se había terminado.

Los espontáneos atacantes se apoderaban de todo lo que encontraban a su paso: fusiles, pistolas, ametralladoras. La plebe comenzó a matar a los falangistas que la noche anterior habían entrado en el cuartel para engrosar la sublevación. Se les conocía enseguida por lo mal uniformados que iban, con guerrreras de oficiales compleentarias.

Los dirigentes no podían poner orden. Constantemente llegaban a las calles gentes descontroladas atendiendo a los solados amigos muy jóvenes que etsaban heridos, a quienes habían obligado a luchar los facciosos, y que nada tenía que ver con la causa de la lucha.

Al fin acabaron los tiros y los asesinatos. Se pidieron refuerzos por los de Asalto. Llegó un comandante con una compañía, y echando valor, pudieron echar a todos los incontrolados del edificio, y quitarles el armamento que se querían llevar para la revolución por su cuenta.

Cuando comenzaron a dispararlos cañones de los Guardias de Asalto, los sublevados subieron a los tejados para manejar un telégrafo con los rayos solares , pidiendo SOS a otros cuarteles de Madrid, pero sin respuesta.El general Fanjul, dirigente de ese regimiento, llegó esa noche, vistiendo un uniforme de soldado raso, que no le iba, dado sus años y su barba blanca. Pero así podría huir por la trasera del cuartel si las cosas le iban mal, pero no pudo hacerlo.
Muchos fueron los falangistas que intentaron pasar desapercibidos, pero algunos cabos y sargentos fueron fusilados. Otros, pudieron llegar a tiempo para cambiar sus ropas de soldado por ropa de calle y confundirse entre la marabunda de gente.

Los mandos de los otros cuarteles conocieron lo ue sucedía en el de la Montaña y capitularon incondicionalmente. La verdad es, que tanto unos como otros, demostraron poco espíritu de lucha. Por decisión del Gobierno, se encargaron del Cuartel los dirigentes socialistas, por ser la fuerza mayor más ordenada. La gente no creía en la buena fe e los militares, por eso se les encargó a aquellos administrar el armamento allí almacenado e irlo suministrando mediante órdenes estrictas, y adiesrar en él a sus destinatarios.
El cuartel quedó abandonado como aislado botín en la ciudad, lleno de cadávares que comenzaban a pudrirse.
Ha´bia soldados de la guarnición, unos 40 supervivientes, que no tenían familia en Madrid y no sabían dónde ir, pese a haberles eximido de lo que le quedaba de servicio en el Ministerio de Guerra.
Un vcapitán que pusieron al frente del cuartel, usaba a aquellos muchachos con licencia y destino, para que pusieran los muertos en hileras,por si alguien venía a reclamar alguno. La temperatura era muy alta. Aquellos patios cada vez olían peor, y el Ministerio dispuso que llevaran los cadávers al Cementerio Municipal en las camionetas de los servicios de limpieza.

Luego tomaron posesión del cuartel los dirigentes socialistas y de la UGT haciendo una vista de inspección con el capitán. En la mesa de un coronel hhalaron la lista con los nombres de los falangistas que en la noche del 18 de julio se sumaron al cuartel con los militares sublevados desde el día 17. Eran falangistas aquellos civiles y de otras organizaciones de derechas. Junto a cada nombre figuraba el aval correspondiente donado. En el documento aparecían estudiantes parisinos y alumnos de la Academia de Infantería. Nadie fue a rclamar ningún cadaver.

Se sospechaba en el goierno rpublicano, blando y sin sentido de revolción social, que trató de pactar con los sublevados, aún abortando el promunciamiento del Cuartel de la Montaña. Prueba de ello es que tras el juicioque le siguió a todo esto, al general Fanjul, la pena de muerte sentenciada no fue ejecutada de inmediato, sino pasado algún tiempo. Yo estaba en el despacho del presidente Giral  cuando le llegó eldocumento donde firmaría la sentencia de muerte, que fue lo que hizo sin apenas mirarlo, siguiendo conversando con nosotros. Las dudas vinieron más tarde.

Fanjul fue fusilado ante un muro con aparente serenidad. Llevaba pantalones de soldado y camisa corriente.  A la hora de la verdad intentó arengar al pelotón, pero se le quebró la voz. Le salió una especie de gallo, y las balas no le dejaron terminar.

El gobierno no quiso más víctimas sobre el caso del Cuartel y dio carpetazo al sumario como gesto diplomático, para mantener el orden en otras regiones.

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