miércoles, 3 de noviembre de 2010

MADRID EN GUERRA: SANIDAD

Madrid al princnipio fue un caos, a lo que le siguió una solución: la improvisación. Los más afectados fueron los que decidieron ir a luchar al frente. Aquí, las bajas eran enormes. Com consecuencia, la organización sanitaria fue dada a profesionales de la materia especializados.

Una serie de innovaciones producidas en el ejército republicano en el invierno del 36-37 afectaron no sólo en la península, sino también en el exterior. Las innovacones consistieron en el tratamiento de heridas y fracturas por cirugía inmediata. Dar puntos en lso labgios de la herida, proteger la zona afectada y ar descanso al paciente, mediante el uso extendido del yeso. Ello indicaba que el ciruano acudía donde estaba el paciente.
Una medida fundamental fue el uso de bancos de sangre en reserva, permitiendo la operación sin retrasos. Otra de las innovaciones fue el cambio de vendajes y antisépticos, tan temidos por los heridos.

En Madrid, perdidos los hospitales de la periferia, se centraron en los del interior, como el Hospital Obrero de Maudes. Mantuvieron su actividad las instalaciones hospitalarias de Cruz Roja, los hospitales del Rey y la Princesa, el Provincial y l Clínico. La Cruz Roja organizó unidades móviles para atender a lso civiles de toda la ciudad.

Las deficiencias de la alimentación, como consecuencia del asediamiento, ocasionó un creciente deterioro en los abastecimiento que llegó a generar procesos clínicos de gravedad. Esto provocó el deterioro físico del pueblo, incapacitado para ekercer su profesión y mantener a sus familias.

Frente a riesgos epidémicos, se impusieron vacunas como el tifus, y contra los parásitos fueron muchos los varones que decidieron raparse el pelo contra los piojos. Le llamaron la moda de los "pelaos", y hasta se organizó un concurso para premiar al más agraciado.

Las condiciones familiares disminuían por el desmesurado coste del mercado negro. La necesidad de recurrir a él desmantelaba las economías familiares. 
El azúcar sólo pudo ser objeto de venta con receta y en determinados establecimientos. Los mismo pasó con el pescado, que se vendía con receta médica o con el volante que se expedía a los donantes de sangre en los hospitales.
Pero el principal producto para los enfermos, la leche, escaseó de tal manera que se quedaban sin ello por la picaresca de otros que se hacían enfermos para poder conseguirla.


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