miércoles, 3 de noviembre de 2010

MADRID EN GUERRA: LAS CALLES

En Madrid, pese a la guerra seguía siendo a mitad de 1937, un microcosmo.Paletos, señoritos del barrio de Salamanca, soldados, se confundían  y todos quedaban en el mism nivel social a la hora de correr y de refugiarse ante un bombardeo. Todos están acostumbrados al ruido de los cañones y las bombas. La vida tenía exigencias ineludibles, como salir a trabajar o hacer las inevitables colas para conseguir comida.
El zumbido de los proyectiles rompían las filas, suspendían el viandar de los paseantes, buscaban refugios en los quicios de las puertas tirándose a ellos, dando con el cuerpo en tierra. Luego, se reemprendía la marcha, aunque no todos. Algunos quedaban tendidos rotos, estampados en las paredes, y los niños, en los cuarteles o las Milicias. Otros bombardeos se anunciaban con sirenas, con lo que la gente se refugiaba en sus sótanos.

Con el tiempo, la gente fue perdiendo el miedo, y en contra de las repetidas instrucciones, muchas personas, cuando escuchaban las sirenas en la madrugada, se daban la vuelta en la cama y se disponían a seguir durmiendo, mientras la ciudad se caía a pedazos.

En la guerra, la vida cotidiana se transformaba en muerte cotidiana. A los mueros pot enfermedad o accidentes se sumaban las muertes propias de la violencia de la guerra, aparte de la del combate, la violencia de los llamados "paseos", que consistían en sacar del domicilio a alguien, para lo que conllevaba a un juicio previo generalmente parcial, precipitado o amañado, y todo por estar en la zona contraria a sus ideas.
La proliferación de los registros, en los que la declaración personal o la codicia de un enemigo personal era un motivo más corriente que la legítima sospecha sobre la ideología del inquilino, obligó al Ministerio e Gobernación a dictar medidas restrictivas de tal práctica.
Después de admitir la importancia de personas desafectas al régimen y elogiar  la eficacia de los grupos que a ello se dedica, añadía que "unas veces por exceso de celos y otros posibles errores han producido molestias innecesarias paralos fines que todos buscamos". El Estado formó las Milicias de Vigilancia de Retaguardia,s iendo los únicos autoriados a registrar la casa, de acuerdo con unas reglas estrictas: presenciado por el inquilino de la casa donde se realizase, y en ausencia del mismo, por el portero o un vecino.

La gerra no sólo influyó en la destrucción material de las calles sino que también la ideología de los dos bandos afectó al cambio de nombre de muchas calles y plazas. Así sucedió con la Cibeles,, a la que lllamaban, por los sacos de tierra que la protegían, "Plaza de la linda Tapada". Lo mismo ocurrió con Recoletos y el Prado, donde están ocultas las estatuas de los dioses con las pias e los mismos sacos, denominándolo "El Ocaso de los Dioses". La Plaza de Neptuno, donde por las proximidades del Hotel Palace, donde residían los mejores camuflados de Madrid, se conocía como Plaza de los Emboscados.
Se suprimieron las calles edicadas a los reyes godos, Austrias y Borbones, rebautizándolas con nuevos nombres: la Avenida de Alcalá Zamora se cambió por Avenida de la Reforma Agraria.

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